Carlo Padial: "En España, los medios son como un buque fantasma"
El exdirector de contenidos originales de PlayGround y exjefe de vídeo de Grupo Zeta habla sobre su última novela 'Contenido', que emula sus días en la redacción del nativo digital.
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Carlo Padial: "En España, los medios son como un buque fantasma"
En casa se sorprendieron mucho cuando la hija de un amigo de la familia dejó su puesto en una emisora de radio nacional por un trabajo de dircom en una empresa cualquiera. Aunque no deja de resultar desilusionante, a los periodistas no nos extraña, y menos cuando vemos casos como el del protagonista de Contenido.
Moisés Blanco es un joven mallorquín que llega a Barcelona con aspiraciones de ser alguien y acaba trabajando como jefe de vídeo en la startup mediática Zenfire. Es ahí, precisamente, donde comienza su debacle. La presión por exprimir su capacidad creativa. Un jefe con ínfulas de Steve Jobs a la española y fan de todo lo escatológico. La sensación de vivir dentro de un feed de Facebook infinito. Un recepcionista con el título de Head of Daily Onboarding. Una dieta a base de hummus del Mercadona para recortar gastos y la sensación de que nunca va a ser suficiente. Tanto Moisés como su pareja trabajan en medios de comunicación y, a pesar de que cada uno vive de periódicos distintos (los nuevos y los viejos), ambos son unos desgraciados.
En este número hablo con Carlo Padial, autor de Contenido, exdirector de reportajes y de contenidos originales de PlayGround y exjefe de vídeo de Grupo Zeta, sobre cómo hiló una novela que emula sus días en uno de los medios más novedosos del Internet de 2010: PlayGround. Una suerte de periódico digital que ha echado el cierre definitivo en España tras el desmantelamiento de su redacción hace unos meses –ya hablé con la editora jefa Berta Gómez Santo Tomás por aquel entonces– y ha terminado con un concurso de acreedores para su agencia creativa.
En esta conversación, charlamos sobre:
El desencanto con los medios (los nuevos y los viejos).
¿Hacia dónde va Internet?
La presión por ser creativo y producir.
La cultura de “querer petarlo”.
En ‘Contenido’, haces un retrato satírico de los medios que nacieron con la voluntad de ser diferentes, pero que demostraron ser lo mismo o incluso peores. ¿En algún momento creíste en este modelo?
Sí, totalmente. El libro parte de un desánimo que es genuino. Cuando llego a PlayGround, lo hago en una situación un poco desesperada, de necesitar dinero y demás. En ese periodo de unos cuantos años, había visto un mundo jodido donde no hay posibilidades, donde todo cuesta un montón, donde no acaba nunca de haber un relevo generacional.
En PlayGround estaba todo por hacer. Era un modelo que no se le había ocurrido todavía a nadie. Hacíamos vídeos y artículos de lo que nos daba la gana, no iba a haber censura, mandaban las ideas, etcétera. Durante un periodo fue así. Muchos de los vídeos que hice dudo mucho que los hubiera podido hacer en otro sitio. Pero, en seguida, empiezas a ver aparecer estratos jodidos que se van incorporando a ese fenómeno que no es tan virgen ni tan tópico como te lo habían querido vender.
Y al final se acaba reproduciendo el mundo antiguo, pero con unas nuevas reglas que son casi peores, que comprometen tu creatividad. Es decir, empezaron a entrar las marcas, entraron ciertas ambiciones, como de politizar el medio, y entraron las políticas de Facebook o de las grandes tecnológicas. Se acabó convirtiendo en un espacio muy inoperante.
Pensaba que el desencanto provenía de esa burbuja de medios que prometía ser algo que al final no fue, pero viene de antes.
Es habitual que en las entrevistas se ventilen el fenómeno diciendo: ‘¡Hay que ver! Qué precario era todo’. Y me lo estás diciendo en un sitio que también es precario, que se cae a trozos. Esto es algo que siempre me interesó mucho. PlayGround es esta especie de ovni extraño. La gente tiene una manera de autorregularse bastante cobardica y lo que se podía decir de PlayGround no se decía de El País, o de El Mundo, o de La SER. Yo quería una sátira que cubriera todo. El libro va mucho más allá de la transformación digital o de lo ridículos que fueron esos medios en sus ambiciones infantiloides, que lo fueron. Va de un momento muy confuso donde parece que no hay salida.
¿Por qué has decidido escribir el libro ahora?
Suelo hacer un libro cuando detecto una especie de territorio en el que hay 30 cosas que son muy guays. En un punto salí, tanto de Grupo Zeta como de PlayGround, pensando: ‘Esto es un disparate’. Y empecé a tener la necesidad natural de apuntar: saco de quinoa, mochila de HBO, flow designer, el tío que iba representado con un robot.
A esto se sumó el enfado en mi segunda estancia en PlayGround. Había una frustración evidente por no poder llevar a cabo ninguna de las ideas que me habían llevado de vuelta allí. Entramos en una dinámica muy mala en la que, como cuento en el libro, tenía ideas que sabía muy bien que nunca se harían. Esto te acaba perjudicando psicológicamente. Te conviertes en una especie de ludópata de las ideas. Es como alguien que tiene que permanentemente ir a un casino a entregar todo lo que tiene para perderlo y volver a empezar al día siguiente. Era una vivencia muy mala, sobre todo cuando iba viendo que muchas de las ideas que habíamos planteado dos años atrás y no se habían producido, se iban haciendo en otros sitios.
Nuestro modelo ya no era operativo. Ellos no se daban cuenta y estaban intentando sobrevivir como podían. Y la manera de sobrevivir, como pasa en las empresas, es decirles a todos: ‘Todo va bien’, incluso cuando estás rodeado por la policía con los fusiles apuntándote.
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No puedo evitar relacionar muchas de las experiencias de Moisés con tu trayectoria en PlayGround. ¿Es una novela autobiográfica?
Es una confusión natural, pero yo no soy así. Me parecía muy divertido que viniera alguien desesperado, alguien que se siente una rata de container, porque se ha tenido que, literalmente, meter en un container y acaba en ese vertedero prodigioso de Internet donde nos metemos cada día cuando hacemos doomscrolling1.
¿En algún punto te has sentido inquieto por lo que pudieran pensar exjefes o excompañeros?
Nadie te puede pedir explicaciones por lo que suceda en una obra literaria, sobre todo cuando lo haces con respeto. Si alguien me viene ofendido, quizá venía ofendido de casa. Ha habido algún amigo que me ha dicho que, estando en una librería, ha entrado alguien de PlayGround corriendo y se ha buscado en el libro sin querer comprárselo, intentando leerlo en directo.
Ya a mediados de los 2010, Moisés se da cuenta de que Internet no se basa en la creatividad, la libertad y el ingenio, sino en las analíticas y la monetización. Ha pasado una década desde ese momento y la situación solo ha hecho que enfatizarse. ¿Hacia dónde avanza Internet?
Esa es la gran cuestión. Creo que hubo un Internet, como de 2011 a 2015, muy experimental y feliz. Todavía no se habían consolidado los youtubers y todo ese lenguaje estaba en una fase muy experimental. Había un gran potencial del 4G como una herramienta de experimentación para el vídeo y para llegar directamente al espectador. De ahí fuimos pasando a una realidad mucho más mediatizada, que es donde estamos ahora. Ha vuelto la tele, que es Ibai y es la Kings League. Este viaje tan raro lo hemos dado para reeditar lo mismo bajo otras circunstancias, no necesariamente mejores.
Hubo un momento en el que a la gente no le gustaba ver vídeos largos y ahora han vuelto esos vlogs de 20 minutos. Internet es cíclico.
Sí, Internet es cíclico. Dentro de eso, creo que no hay que ser apocalíptico. En cada época hay siempre un montón de cosas alucinantes, pero a diferencia de lo que podía pasar antes, ahora lo tienes que recolectar. Tú tienes que ser tu propio curator. Cada vez más sucede que la realidad está fragmentada, con unas celebridades, unas polémicas y unos asuntos propios. Cuesta ver algo que lo englobe todo.
Idealmente, sería deseable pensar que vamos al sueño inicial de Internet, de encontrar tu propia audiencia y tu propio mercado. Pero la realidad es que eso no acaba de llegar. Ahora mismo te encuentras en una especie de transición muy larga, muy caótica, donde creo que la gente está toda muy desquiciada. Es decir, donde basculas entre dos realidades: la realidad de rendirte y trabajar para los de siempre, un poco desactivando tus ambiciones, o bien arriesgarte a no ganar nada o muy poco haciendo lo que te gusta.
En España se da poco relevo a las cosas, tienden a asimilarse de una manera muy conservadora. Eso se ha visto ahora con el fenómeno de los pódcast. En vez de dejarlo florecer de manera orgánica y fuerte, y con apoyo, por ejemplo, de marcas privadas, en seguida lo han capitalizado los de siempre o empresas específicas. Eso es antipódcast. La gracia del pódcast es una persona en su casa diciendo las locuras más gordas o con un grupo de amigos y que tengan total libertad. Eso es difícil de hacer con el paraguas de una marca conteniéndote todo el rato.
En Contenido, vemos que Facebook es la gallina de los huevos de oro. ¿Cuál es la gallina de los huevos de oro hoy en día?
Tengo la sensación de que estamos en un momento más acelerado. Lo que antes duraba tres años, ahora dura tres meses, o lo que ahora dura tres meses, probablemente en nada dure tres semanas. Cada vez son ciclos más cortos y se ha ido pasando por esas fases muy rápido. Estamos en un momento de oportunismo aceleracionista. Vamos saltando de oportunidad en oportunidad.
Newsletters, pódcast, vídeos de YouTube… Siento que todo el mundo que tiene un proyecto digital está pendiente de ver qué es lo siguiente. Lo que se hace ahora no va a durar mucho, pero no porque el formato no funcione, sino porque la tendencia que impera es que todo se gaste rápido.
Es un tema en el que yo he pensado mucho. Cuando empecé a comprar discos, de Marvin Gaye o Anita Baker, compraba dos al mes con mi dinero. Ese disco me duraba un montón de tiempo, e incluso si no me gustaba lo seguía escuchando. Hoy hago un repaso de 15 minutos a todos los discos que han salido y a todos los singles en Spotify o Apple Music y, por supuesto, no acabo de escuchar ninguno.
Otra cosa que me interesó del libro es el tema de las tendencias: horrorclubbing, neobrutalistas… Son todas muy absurdas, ¿es una crítica a las tendencias sin sustancia?
Sí. Es cierto que cuando empecé a trabajar en PlayGround vivía totalmente en mi cabeza, me daba un poco igual lo que sucedía ahí fuera. Cuando entré, vi que había un negocio que consistía en idear la siguiente expresión o detectarla. Recuerdo muy bien cuando a alguien de PlayGround se le ocurrió, o lo recogieron de redes, la expresión ‘pollavieja’, y fueron los primeros en ponerlo en un artículo. ¡Daban saltos en la redacción! Era difícil generar contenidos que tuvieran un impacto sin conocer el contexto.
Lo primero que hice, y eso sí que se parece bastante al libro, fue inventarme las tendencias. El vídeo del horrorclubbing existe. Como no sabía cómo funcionaba el mundo, pensé: ‘Bueno, como os gustan las tendencias, aquí tenéis una’. A los de PlayGround les dije que existía, aunque creo que no se lo debieron creer. Para mí era más fácil inventarme tendencias inexistentes.
También abordas el tema de la precariedad, tanto de los medios digitales como de los tradicionales. ¿Es el periodismo una profesión más precaria que otras?
Parece que desgraciadamente sí. El periodismo no ha encontrado un equivalente; es decir, ha dejado de funcionar en el modelo antiguo de vender papel, pero el sistema de suscripciones no funciona. Solo le funciona al New York Times y a tres más, y la publicidad está seriamente en cuestión. Eso se ve en las redacciones de los periódicos. Aguanta quien cogió la silla hace 20 años, pero quien no la cogió está jodido. Hay gente muy brillante que intenta dar con modelos posibles y nadie acaba de hacerlo. Existe una sensación de que se ha generado una especie de desapego por parte de la audiencia hacia el periodismo tradicional, que es irrecuperable.
Nadie se fía de algo si viene con la firma de un periódico. La alternativa, que es informarse a través de un tipo que se llama MisterMax en Twitter, tampoco es muy inteligente. Y nos ha llevado donde nos ha llevado: a Trump y a Milei, hacia la locura absoluta. Algo va a haber que encontrar, pero es verdad que nadie sabe muy bien. Hoy hay muchas apuestas por la información local, es una de las pocas a las que se agarran cuando hablas con ciertos medios. Otros van trampeando. Al final el problema es que tu modelo está muy comprometido por aquello que lo sostiene. Es muy difícil que hagas nada interesante que te permita recuperar a la audiencia.
Hay algo muy curioso en relación con los espacios y los nombres de los puestos de trabajo de la startup. Esto me recuerda a la polémica que hubo hace unos meses con el tobogán en las oficinas de Vicio. ¿Esa fiebre estadounidense sigue afectando a las empresas?
Esto parte de una especie de malentendido en el que creo que todos somos parcialmente culpables, que es que todo el mundo quiere petarlo. Es la cultura de las redes sociales, de los reality shows, del culto al yo. Solo hay dos velocidades en el coche: petarlo o ser un loser. ¿Con qué te van a captar este tipo de empresas? Con la idea de petarlo automáticamente, aunque solo sea un artificio. Esto pasaba en PlayGround: la cantina gigante, una terraza circular que rodeaba todo el edificio… Es culpa nuestra también, ¿por qué te gusta estar ahí? Todos hemos tomado parte de esa cultura, pero es normal: es el único modelo que existe.
Hasta los niños pequeños son los que más incorporado lo tienen. Cuando era pequeño, nadie quería ser millonario. La gente quería ser clase media, era lo mejor. Como eso ha desaparecido, solo te queda la opción de pegar un salto hacia arriba o quedarte atrás. Creo que hay que romper un poco con eso.
Cada vez hay más gente que entre petarlo o ser loser, prefiere ser loser.
A veces me encuentro con gente que tiene una visión muy desdeñosa de lo que se cuece en redes sociales, una posición muy distanciada y altiva. Se lo puede permitir, porque ha resuelto su situación económica. Pero ahora esto es Guerra Mundial Z. Somos 200.000 zombis. Ese es el meme, esos somos nosotros, todos nos pisamos los unos a los otros intentando pasar el muro. Es fácil desde ciertas posiciones cargarte ciertas cosas. Es muy bonita la imagen de ‘Me voy a l’Empordà’, ¿pero quién se la puede permitir?
He leído que te ha costado quitarte la presión de tener que producir y ser creativo.
Esto forma parte de ese estado de adicción a las ideas que aparece estando en PlayGround, porque te llevan ahí. Si tenías un éxito cada mes, te pedían que fuera cada semana. Si era cada semana, te decían que si podía ser cada día. Nunca había final en esta lógica.
Dices que “contenido” es una palabra despreciable, ¿por qué?
Es esa especie de vertedero prodigioso, que lo engulle y lo iguala todo y genera una especie de cultura horizontal donde no puede destacar nada. Va eliminando lo que nos hace diferentes. Por suerte, como decías, Internet es cíclico y creo que, frente a eso, siempre aparece una disonancia.
¿Qué opinión te merecen actualmente los medios de comunicación?
Estoy suscrito a El País y al New York Times. El New York Times me encanta. Hay una inversión, unos recursos y un cuidado que deja en mal lugar al resto. En España, los medios son como un buque fantasma que se mueve por la propia inercia y la potencia del navío. Lo que ha venido nuevo no ha cuajado. Y cada dos años caen unos y aparecen otros. Caen los medios digitales y vienen las agencias de influencers, pero también esos empiezan a temblar y viene lo siguiente. Es un momento raro, nadie sabe dónde vas a estar en tres años. Y creo que eso también es lo que hace que estemos todos un poco desquiciados.
🤓 ¿Qué leer?
Una delicia de conversación entre el “terapeuta de contenidos” Mauricio Cabrera y el docente José Alberto García Avilés que gira en torno a la innovación periodística. (en español)
La inteligencia artificial: ¿un reto o una ayuda para sortear la crisis financiera de los medios de comunicación? (en español)
En esta columna, Tamara Tenenbaum reflexiona sobre discutir en Internet y la sutil diferencia entre expresar algo y comunicarse. (en español)
Al hilo de la conversación con Carlo Padial, este texto, entre lo hilarante y lo precario, de Guiem Alba acerca del tiempo que trabajó en PlayGround. (en español)
Unos cuantos consejos y estrategias para gestionar las emociones cuando se trabaja como periodista. (en inglés)
🗞 Periodismo en…
¿Cuál es el futuro de los medios de comunicación? Sobre esta y otras preguntas reflexionamos Janira Planes (gurú de Internet), Agus Morales (cofundador de la revista 5W), Juliana Canet (creadora dentro del star system catalán) y una servidora en este pódcast en catalán del medio Nació.
Unos jajas. Se nota que la cuenta de Instagram de Fundación Gabo la lleva alguien que conoce las redes sociales. En este carrusel de Instagram, recopilan varias experiencias que todo periodista ha vivido alguna vez.
Este año he cubierto el Congreso de Periodismo de Huesca y los Premios Ondas, he entrevistado a un puñado de periodistas, he compartido el mejor consejo periodístico de algunos lectores, he averiguado cómo usan ciertos medios la IA y he hablado del periodismo de “interiores”, de la creatividad y de expandir la zona de confort. También he participado en charlas, dado alguna que otra clase y escrito mucho.
Gracias por leer Fleet Street. Sigue siendo un placer y un honor llegar al correo de casi 6.000 personas. Si aún no la recibes, anímate, que es BBG (buena, bonita y gratuita).
¡Nos leemos (en 2024)! 💌
Mar
Doomscrolling: El acto de pasar una cantidad excesiva de tiempo leyendo grandes cantidades de noticias negativas en línea.
Me ha encantado y me voy directa a comprar el libro. ¡Vaya número de final de año Mar, buenísimo!
Brutal! <3