

Descubra más de Fleet Street
Xavier Aldekoa: "He soñado muchas veces con navegar el río Congo, pero la hubiera cagado si me hubiera ido con 24 años"
El corresponsal de África para La Vanguardia y cofundador de 5W nos habla de su aventura de dos meses y medio por el Congo, su próximo reto profesional, vivir con incertidumbre y caer en la mística.
¡Buen verano, periodista*!
Seguramente más bueno que el del pobre productor al que echaron en directo.
🥤Suscríbete, es gratis y tan refrescante como una limonada.
Bienvenid@ a la edición veraniega de Fleet Street, con entrevistas a profesionales del mundillo periodístico que puedes leer mientras disfrutas de un tinto de verano, te achicharras de calor en el transporte público o te comes un polo.
Por cierto, una tendencia viral en TikTok usa IA para reescribir la historia e imaginar líneas temporales alternativas. ¿Curioso, verdad?
*Puede que no seas periodista como tal, pero eres igualmente superbién recibido/a <3.
🧢 Xavier Aldekoa: "He soñado muchas veces con navegar el río Congo, pero la hubiera cagado si me hubiera ido con 24 años"
Conocí a Xavier Aldekoa, corresponsal de África para La Vanguardia y cofundador de la revista 5W, en la cena de Navidad del periódico catalán hará ya más de un año. Desde entonces, intentábamos agendar una fecha para poder charlar y, finalmente, encontramos la ocasión perfecta tras la publicación de su cuarto libro, Quijote en el Congo. En él, el río sirve de hilo conductor de una historia tejida a partir de la suma de muchas miradas, las de sus habitantes.
En este número de la newsletter encontrarás dos entrevistas diferentes a Aldekoa:
La primera charla de Fleet Talks, el nuevo formato de Fleet Street, con conversaciones en directo con periodistas a los que admiro. En el vídeo, Aldekoa habla sobre el oficio del corresponsal y cuenta un montón de anécdotas de sus viajes.
Una entrevista escrita, donde abordamos, sobre todo, su última aventura por el Congo y la confección de su libro. ¡Feliz lectura!
El viaje por el río Congo está lleno de largas esperas. Cuando escapáis del grupo rebelde del general Mbura narras una huida de dos horas corriendo. ¿Los tiempos en el Congo se viven distintos?
Para ir de un lugar a otro y recorrer una distancia de 80 kilómetros pueden pasar tres días; en otros casos, dos semanas. El esperar es una constante y, por eso, es importante también estar muy concentrado, o muy en paz contigo mismo, porque hay mucho tiempo de espera en el que, si cae la pelota para un lado o para el otro, pueden cambiar las cosas completamente. Estuvimos ocho meses esperando a tener acceso a ese grupo rebelde, y una vez llegamos a Congo, 21 días. En lugar de desesperarnos –eso te lo da la experiencia–, fuimos a subir el volcán Nyiragongo. La paciencia es clave. En general, lo es para un periodista.
¿Cómo funciona el tema de las conexiones? Estando en Barcelona, ¿de qué hilo empiezas a tirar para acercarte más a esas fuentes?
En el caso concreto del grupo rebelde del general Mbura, yo había estado como ocho o nueve veces antes en Congo. Conozco a un chico que me dice que un tío suyo es jefe de un grupo rebelde y ese es el primer hilo. Le digo que si nos puede poner en contacto y, en un tiempo, consigo contactar con él. A este tipo no le funciona siempre el móvil, tenían que ir a avisarle de que quería hablar con él y subirse a una colina donde había conexión. Más que pedirle cosas concretas, intentaba crear cierta conexión, preguntándole de qué equipo de fútbol era. Es gente que vive muy al límite. Él no sabe si tú eres un periodista o un espía que quiere saber dónde está para matarlo. No siempre se está ocho meses detrás de una historia, pero esta era complicada porque el acceso a un grupo rebelde era jodido.
Este número ha sido patrocinado por…
Encuentra la fuente adecuada para tus artículos
Si alguna vez te ha costado dar con la fuente idónea para un reportaje, ¡Reportaro está aquí para ayudarte! Esta herramienta digital gratuita facilita la búsqueda de testimonios para tus piezas periodísticas sin quebraderos de cabeza.
Bien en un análisis sobre los riesgos de la IA o en un artículo acerca de la tendencia de romantizar tu vida al estilo Wes Anderson, Reportaro proporciona expert@s de cualquier tema listos para colaborar en tus contenidos en muy poco tiempo.
Centraliza tu búsqueda de fuentes, ahórrate decenas de correos a posibles entrevistados y el estrés de que te atiendan a tiempo. Súmate a periodistas de medios como El País, El Mundo, Cadena SER, Business Insider, La Razón, o incluso yo misma, que ya utilizamos Reportaro en nuestro día a día.
¿A qué esperas? Prueba Reportaro en tu próximo artículo y descubre lo fácil que puede ser encontrar las fuentes adecuadas para tu contenido.
Voy a comenzar a hacer patrocinios en Fleet Street. Si te interesa, puedes conocer más información aquí.
La novela arranca con la reflexión de que quieres navegar el río Congo. Lo explicas en un momento en el que os han cogido los rebeldes. ¿Cómo consigues que la curiosidad, el interés o la belleza que puede tener el río se anteponga al miedo?
Yo ahí estaba acojonado. Pensaba que la posibilidad de que nos fusilaran era real. Tenía esa sensación de decir “Siempre voy postergando este proyecto, que es el que más me ilusiona”, y a lo mejor dentro de dos años no llega el momento exacto. Era un proyecto muy grande, tenía unas dificultades logísticas enormes que tenía que afrontar y que siempre retrasaba. También de conocimiento –Siempre queda algo más que leer– y de preparación –Tengo que estar mejor entrenado o mentalmente preparado–. Siempre está esa sensación de que el vértigo posterga las decisiones. En ese momento en el que no sabía si nos iban a fusilar a Alfons y a mí, dije “Qué cojones, si hoy salgo de aquí, lo hago ya”. Pero no porque me puedan fusilar en el Congo, sino porque me puede pasar cualquier cosa mañana o en cualquier otro lado del mundo.
¿De dónde nace el interés por navegar el río Congo?
Para mí el río Congo era la hipérbole del continente africano. Es un río que está prácticamente escondido desde el inicio de su historia. Ni siquiera el imperio Congo, que le da nombre, vivía en el Congo. Vivía de espaldas, en la desembocadura. Es un río que, a diferencia del Nilo, donde las civilizaciones más importantes del mundo se concentran, se mantiene prácticamente inaccesible hasta nuestros días porque está rodeado de una selva impenetrable donde viven algunas aldeas. Las primeras expediciones son un fracaso, porque además hay enfermedades y matan a mucha gente. Eso crea una sensación de que es un lugar muy inaccesible. Cuando era pequeño tenía muchas ganas de descubrir cuánto había de cierto en eso.
¿Ya de pequeño ubicabas el río Congo?
Me gustaban mucho los mapas. Es un pulmón verde atravesado por una especie de serpiente azul, que es un río y que además es larguísimo. Y dices “¿Pero cómo puede ser que no haya prácticamente ciudades entremedio?”. A mí esa sensación me fascinaba. Me gusta mucho el alpinismo y siempre me ponía retos. Cuando tuve 18 años me fui desde Hondarribia hasta Cap de Creus 38 días andando con mi hermano Dani, que es bombero. Esas cosas siempre me han apetecido.
El continente africano me interesaba y el Congo me parecía una brutalidad, pero empecé a soñar con navegarlo sin saber si podía hacerlo. Esa incertidumbre me acompañó hasta el día en el que llegué a Congo para navegarlo. No sabía si podía acabar ese río. Muchos congoleses me decían: “De esta parte a esta parte está controlada por grupos rebeldes, te tendrás que espabilar”. Eso era una sensación nueva, la incertidumbre del reto.
Siento que, hoy en día, la mayoría de gente evitamos la incertidumbre y vamos a lo seguro.
La incertidumbre te hace sentir vivo y forma mucha parte de mi vida, pero hasta un punto que no sé si es enfermizo. A veces Júlia [su mujer] me echa bronca, me dice: “Tienes que decidir el día antes qué vas a hacer hoy”. Yo no sé lo que voy a hacer mañana. En Sudáfrica, recuerdo que cogía el coche y me iba a buscar alguna historia. Salía y veía en la esquina si iba hacia la derecha o hacia la izquierda. Cuando salgo a correr, nunca decido el trayecto que voy a hacer, ni cuánto voy a correr. Me gusta esa manera de hacer las cosas. Eso lo llevo al trabajo también, pero porque me gusta, me hace sentir vivo.
Has hablado antes de la preparación que hiciste para navegar el río Congo. ¿El entrenamiento fue solo físico?
No soy ningún ejemplo de eso. Creo que soy muy boomer. Nunca he hecho terapia y no está bien que un tipo que se dedica 20 años a cubrir África, desde hambrunas hasta guerras y cosas maravillosas también, no la haya hecho. No tendría ninguna rareza el que yo fuera, con normalidad, como vuestra generación lo hace ahora. Lo que pasa es que soy una persona bastante reservada con mis cosas. Cuando tengo necesidad de pensar me voy a caminar.
Cuando estuve en el río Congo estaba totalmente concentrado, todo el rato. Noto un agotamiento físico evidente cuando vuelvo, pierdo ocho kilos, estoy hecho polvo, pero mentalmente estoy agotadísimo, porque estaba todo el rato alerta por si pasaba algo. Hay un momento en el que me relajo y lo pago muchísimo. Me subo en una moto, me dicen que es una hora y media [para llegar al destino] y digo “Ya está, en una hora y media me estaré duchando”. Y de repente es una odisea de viaje.
Quería hablar de la mística. En el primer barco, un recoveco del río estaba habitado por espíritus malignos; más adelante, se piensan que eres un brujo por estar leyendo el Quijote. Durante todo el trayecto te muestras escéptico con estas creencias, pero al final, cuando estáis a punto de llegar a la desembocadura, os mezclan la gasolina con agua y la barca queda parada, sí que te rindes ante la mística. ¿Por qué esa transformación?
No soy nada místico. Llevaba todo el viaje diciendo “Sirenas, una ciudad debajo del agua, sí, venga”, y en el último tramo, el río me dijo “Aquí viene una hostia”. No sabía qué hacer para llegar. Recuerdo estar mirando el río desesperado y pensar “Pues le pido permiso”, porque a lo mejor no me quiere dejar. Yo mismo me veía rarísimo pidiéndole permiso al río. Y Japhet se reía. Al final llegué, así que a lo mejor funcionó.
Olivier, el director del teatro de Kisangani, te dijo que no tuvieras prisa por navegar el río porque es como un amor verdadero, jamás se olvida. ¿Piensas así?
Olivier era un tipo muy listo y vio un punto de exceso de deseo en mi sueño de navegar por el Congo. Me dijo: “Se nota que lo quieres, que lo deseas, pero disfrútalo, tranquilo y poco a poco, y ya llegará. Primero, porque las prisas no te van a aconsejar bien; segundo, porque no volverá a suceder”. Creo que eso me ayudó, porque esa sensación de alerta constante hace que estés pendiente del futuro inmediato. De repente, que alguien te diga “Párate, observa lo bonito que es o ten una conversación tranquilo” me equilibró un poco.
Una cosa que me sorprendió es que todo el rato querías navegar el río. Aunque fuera un tramo difícil, tú querías navegarlo. ¿Por qué tenías esa fijación?
Me había puesto el reto de navegarlo de la manera en la que lo navegaría la gente local. Si había un rápido, no tenía ningún interés deportivo en coger una piragua y pasarlo. Todos los sitios donde los congoleses navegan, yo navego; donde caminan, yo camino; y donde cogen una moto y atraviesan una zona rebelde, yo lo hago. Mi intención era contar. Quería desvestir de épica personal la navegación del río Congo. La navegación es una excusa para hacer mejores preguntas y para coger al lector de la mano y decir “Acompáñame por una tierra que es fascinante”. Pero no para hablar de una aventura mía propia. He soñado muchas veces con navegar el río Congo, pero la hubiera cagado si me hubiera ido con 24 años, porque habría primado mucho más el “Yo quiero conseguir o yo quiero hacer”.
A mí evidentemente me ha gustado el río, lo he pasado bien y lo he sufrido mucho, pero la intención, sin duda, era contar la región. Por eso, el esfuerzo de hablar con intelectuales, contar una parte de África desconocida y excepcional. El viaje era una forma de tejer ese relato y esa explicación, pero no era lo importante. No es una cuestión de mi viaje, sino que el viaje es una excusa para explicar la esencia de África.
Desde que tú o cualquiera de tus compañeros empezasteis con la corresponsalía en África, ¿crees que ha habido un cambio en la mirada que tenemos, al menos desde España, hacia el continente?
Pues seguramente sí, en algunas personas, pero es una cuestión de perspectiva, porque no me da la sensación de que estemos en un momento en el que la sociedad mire hacia el otro con curiosidad, sino con miedo. Pero sí creo que mi trabajo, al igual que el de compañeros de generación, ha hecho que quien haya querido mirar hacia África haya podido verla de una manera diferente.
Creo que hay gente que se ha interesado a partir de nuestro trabajo. No es un momento excepcional, pero sería estúpido pensar lo contrario. Tú miras las noticias más leídas de los medios de comunicación y no tiene nada que ver, pero todo es perspectiva. Cuando he firmado en Sant Jordi o en la Feria del Libro de Madrid, ha venido un montón de gente. No he parado de firmar. Me puedo quedar con eso o puedo mirar hacia el lado y ver que un youtuber, el fútbol o Belén Esteban tienen una cola descomunal de tres horas.
¿Te costó mucho escoger el nombre del libro?
Mogollón. Se iba a llamar Vientos del Congo. Quijote en el Congo me hacía dudar, porque parecía que yo me llamaba Quijote, que era mi viaje, el de un Quijote por el Congo. El Quijote es un río chiflado, pero a la vez es valiente, se mete en una selva impenetrable y vive aventuras. Hablé con mucha gente sobre el título y llegamos al pacto de que en la solapa diríamos que yo era Sancho Panza, que yo era alguien que estaba mirando flipando lo que estaba ocurriendo, que no entendía muy bien lo que era real y lo que era irreal. Intentar ponerme en los ojos del narrador espectador, más que el de narrador protagonista. Y poco a poco me fue gustando más el título, pero tuve dudas.
Al final te decantaste por Quijote en el Congo.
Sí. Le conté a Joan María Pou lo del Quijote, que me habían confundido con él, y me dijo: “¿Por qué no se llama Quijote en el Congo?”. Al final, me enamoré del nombre. Pero me llevé el libro de potra. Lo decidí la tarde antes.
Ahora voy a hacer un pódcast que tiene un poco que ver con Congo. En uno de los tramos del río, iba con una canoa, llevábamos no sé cuántas horas, se nos hizo de noche y tuvimos que parar para dormir en una aldea. No había sitio para dormir, pero vimos una colina y una iglesia pequeñita. Fuimos y había un religioso congolés que nos dijo que podíamos quedarnos a dormir ahí. Mi habitación estaba llena de piedras y no tenía techo. Por la mañana, cuando nos despertamos, entre las piedras había una campana. Es una campana de bronce con grabados. Parece una batalla persa. Entonces, al día siguiente, le dije al religioso, con todo el morro del mundo: “Qué guapa es esta campana, ¿me la das?”. Y me la dio.
Le conté esto del Congo a Joan María Pou y me dijo que quería que hiciera charlas de África. Estoy harto de dar la turra de África, y pensé “Vamos a hacer una cosa, ¿por qué no hacemos campana?”. Hacer campana significa que mi compañera Virginie y yo entrevistamos a alguien conocido, pero no le voy a preguntar por nada por lo que es conocido. Si viene Gasol no puede hablar de básquet; si vienen los hermanos Roca no pueden hablar de cocina; y si viene Joan Dausà no puede hablar de música. Y si no, tocamos la campana y cambiamos de tema.

Siempre he hecho un poco esto de hacer lo que me apetece. La gente que me quiere me dice que qué guay que viva así, pero a veces les pone de los nervios. Me pasa con los viajes. Me apetece ir a tal sitio y me lo monto para que haya un tema ahí. Quiero ir a Túnez, pues voy a convencer de que en Túnez hay que hacer esto. Yo escojo sitios donde me apetece ir, y luego ya encontraremos una historia.
Primero el sitio, luego la historia.
A lo mejor no siempre el sitio. También un tipo de historia que me apetece hacer. El “me apetece” forma parte de la energía que me provocan las cosas. Me apetece hacer una cosa, pues para adelante. Hay gente que le llama caradura, que también puede ser. [Risas]
🎁 Del Congo para ti
Sorteo el libro Quijote en el Congo firmado de manera personalizada por el mismo Aldekoa. He disfrutado verdaderamente de su lectura y quiero que alguno de vosotros también lo haga.
¿Cómo conseguir el libro firmado? Comparte la charla de Fleet Talks con Xavier Aldekoa en redes (Twitter, Instagram o LinkedIn) con el hashtag #FleetTalksAldekoa y etiquétame a @marmanriique para que pueda estar al quite.
Como esto lo hago como forma de agradecer vuestro cariño y los envíos están caros, lo limito a España (península). Anunciaré el nombre del ganador o la ganadora en el próximo boletín. ¡Mucha suerte!
🍋 En lo que dura un granizado
Lecturas veraniegas para seguir al día de lo que pasa en el periodismo.
Emilio Doménech y yo reflexionamos sobre el papel de la IA en el periodismo en el último número de su newsletter La Wikly. (en español)
Una columna de opinión muy interesante sobre el cambio de los medios a los modelos de pago y todos los retos que eso comporta para quienes deciden no pagar. (en inglés)
Ya está aquí el Digital News Report 2023, aunque la lectura requiere de varios granizados. (en español)
Las tendencias en redes sociales han perdido todo su significado. Al menos, eso es lo que piensan desde la publicación Contagious. (en inglés)
Este es mío. Si reconocemos el error como algo natural, ¿por qué nos cuesta tanto aceptarlo en el trabajo? Reflexiono sobre esto en S Moda. (en español)
Gracias, como siempre. Si te gusta lo que lees, dale al corazoncito, comparte la entrevista con quienes pienses que pueden disfrutarla, o escríbeme.
Te deseo un verano como el de esta portada, lleno de amor y de colores.
¡Nos leemos pronto (desde la playa)! 💌
Mar
Xavier Aldekoa: "He soñado muchas veces con navegar el río Congo, pero la hubiera cagado si me hubiera ido con 24 años"
vaya 2 cracks!