Vacaciones, notificaciones y propósitos
🐚 Encontrar el equilibrio entre el uso de la tecnología, aprender a decir "no" y disfrutar de las vacaciones es, a veces, complicado.
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Bienvenid@ a la edición veraniega de Fleet Street, una serie de conversaciones con profesionales del mundillo periodístico que puedes leer mientras disfrutas de un tinto de verano, te achicharras de calor en el transporte público o te comes un polo.
Esta semana no hay entrevista, pero puedes consultar el archivo aquí. Hoy Fleet Street llega a tu buzón con un tono más intimista. Espero que el mensaje resuene contigo.
Por cierto, hay gente en España que lee 80, 150 o 300 libros al año, y no es tan difícil como suena.
*Puede que no seas periodista como tal, pero eres igualmente superbién recibido/a <3.
🐚Vacaciones, notificaciones y propósitos
Estos días he estado en Cerdeña. He nadado en aguas turquesas, he leído No sé nada en la orilla, he probado tres tiramisús diferentes y los he categorizado mentalmente, he comido unos raviolis buenísimos y he paseado por pueblitos de la costa persiguiendo al sol hasta su puesta.
Cuando flotaba en el mar, pensaba: “Empápate del momento presente”. Intentaba hacer fotos mentales para no olvidar cómo me he sentido estos días, pero la memoria acaba siempre por borrar la intensidad de un sentimiento, a pesar de dejarlo por escrito o fotografiado en la galería del teléfono móvil. Son esos pequeños instantes los que un día perderán el vigor y quedarán opacados por el recuerdo siguiente, y aún no he encontrado remedio para eso.
Aun así, flotando en el mar de la playa Li Cossi e intentando ser plenamente consciente de la sal en el cuerpo, me costaba acallar a la vocecita que decía: ¿Qué te deparará el próximo curso? Te tienes que comprar un micro. ¿A qué entrevistado traigo la próxima semana? Piensa en este regalo de cumpleaños. No has contestado al último tuit.
Igual de complicado es negarse a lo que la mente expresa como hacerlo a otras cosas: no a una colaboración, no a este trabajo, no a un plan, no a un amigo. Hace unos meses me escribieron de una radio regional para hacer una intervención esa misma noche sobre periodismo, la generación Z y el consumo de información política. Esos días había tenido jornadas de trabajo maratonianas, quería escribir la newsletter y, sobre todo, no añadir más carga a una mochila que ya de por sí pesa. Dije que no porque necesitaba descansar.
Las vacaciones suelen ser el momento idóneo para hacerlo, aunque a veces el descanso se resiste. Remedios Zafra, escritora e investigadora en el Instituto de Filosofía del CSIC, apunta en ‘A vivir que son dos días’ de Cadena Ser: “Las vacaciones son esenciales para, como decía Virginia Woolf, holgazanear por las esquinas, para que esa nada active el pensamiento crítico, la curiosidad y la interpelación. Esa nada es ocupada por esos trabajos que sentimos que tenemos que hacer quienes el resto del tiempo estamos en ese engranaje [laboral]. La tecnología ha acentuado esa precariedad. En tanto que la tecnología viene con nosotros, el trabajo viene con nosotros”.
Este verano estoy teniendo el privilegio de charlar con mujeres influyentes sobre cómo desconectan para S Moda, la revista femenina de El País. Mientras que la periodista Sophia Smith Galer entiende la desconexión como algo vinculado a estar online, la ganadora del Pulitzer Mar Cabra consigue una relación saludable con la tecnología estableciendo límites. Por su parte, Therese Jamaa, la vicepresidenta de Huawei España, se relaja haciendo voluntariados y Victoria Martín y Carolina Iglesias defienden que el ser humano no está hecho para trabajar.
He escuchado historias varias, trucos curiosos y formas diferentes de entender el descanso. Incluso he llegado a aplicar algunas recomendaciones en mi día a día. Ahora ya no recibo notificaciones de aplicaciones, procuro dejar el móvil antes de dormir para leer y he fijado un límite de tiempo en el uso de apps como Instagram o TikTok. Sé de algunas personas que también intentan desconectar de la tecnología: un excompañero de trabajo me manda orgulloso las capturas de pantalla que muestran cuánto ha descendido su tiempo de consumo del teléfono móvil en una semana, 18 horas menos que en el periodo anterior.
La reportera Allison Johnson afirma en The Verge que vivimos en el infierno de las notificaciones. Confiesa que había intentado salir de él, pero que desistió cuando sus bolsas de la compra se quedaron en la puerta de su casa durante cinco horas esperando a ser recogidas. Resume la situación así:
“Estamos atrapados en el infierno de las notificaciones, y no habrá rescate. Tenemos un par de herramientas escasas en nuestras manos, pero la responsabilidad de encontrar la salida es nuestra. Por ahora, es un consuelo saber que hay otros a los que les pasa lo mismo, porque la miseria ama la compañía”.
A veces yo también siento que la tecnología invade mis días. Aviva mi inercia y me lleva a mirar compulsivamente una pantalla donde no hay mensajes nuevos, ni correos en la bandeja de entrada que leer. Es paradójico: cuando tengo mucho que hacer el teléfono me abruma, pero cuando puedo pasar tiempo tranquila escojo de forma consciente hacerlo con el móvil, bien leyendo piezas, newsletters y columnas, escuchando podcasts o mirando el timeline de Twitter sin premura. Es mi forma de consumir contenido y, para disfrutarlo, primero debo sentir que dispongo del rato para hacerlo.
La clave, supongo, está en el ritmo que adquieren las cosas, en la cantidad de tiempo que tiene una para dedicárselo a aquello que le gusta. Nadando en la calita de Cerdeña, recorriendo sus carreteras y comiendo pasta-pizza-pasta-pizza, pensaba en aprovechar unas horas que se me escapan justamente cuando me esfuerzo en sentirlas mías. Luego llegó Nora Ephron con este pasaje de su libro y sentí que leía sus palabras en el momento justo:
“Intento descubrir cada día qué me apetece hacer en realidad. Me digo: Si este es uno de los últimos días de mi vida, ¿estoy haciendo exactamente lo que quiero? No tengo grandes aspiraciones. Mi idea de un día perfecto es tomar unas natillas heladas en Shake Shak y dar un paseo por el parque. (Y después una pastilla para la intolerancia a la lactosa). Mi idea de una noche perfecta es ver una buena obra de teatro y cenar en Orso. (Aunque sin ajo, o no podré dormir)”.
Como decía Virginia Woolf, intento usar las vacaciones para holgazanear en las equinas y activar la curiosidad. Como Allison, huyo del infierno de las notificaciones y de la inercia que me empuja a coger el móvil cuando no tiene nada nuevo que contarme. Como Nora, que falleció en 2012 de cáncer y cuya película Julie & Julia adoré antes de saber que era suya, también estoy en el camino de encontrar qué me hace feliz y qué me da calma; cómo puedo observar la rueda del mundo laboral desde lejos sin sentir que me atrapa y cuál es mi propósito. Sigo recordándome que no solo debo conformarme con uno, que estoy hecha de muchos. Y menos mal.
🍋En lo que dura un granizado
Lecturas veraniegas para seguir al día de lo que pasa en el periodismo.
Los medios de comunicación comienzan a ilustrar sus artículos con inteligencia artificial, porque sería complicado encontrar la imagen de un emperador bebiendo Coca-Cola en una plataforma de imágenes de stock. (en español, vía Javier Saul en su newsletter Lunes)
Un pequeño crucigrama mientras el mundo arde. Lectura recomendadísima. (en inglés)
Cada vez más empresas rastrean y registran el trabajo de sus empleados. El New York Times lo cuenta en este reportaje donde el rendimiento del lector es trackeado. (en inglés)
¿Cómo funciona la redacción de El País en pleno verano? Un episodio con ‘agostidad’ y alevosía. (en español)
Un análisis muy completo sobre por qué Cox Enterprises, que parecía estar saliendo del negocio de los medios, ha comprado Axios por 500 millones de dólares + 4 cosas que Axios ha hecho bien. (en inglés)
¿Los periódicos en papel están muriendo? Susan Clark no piensa lo mismo. Ha pasado de encargarse del área de operaciones digitales de The Economist a fundar un diario local impreso. (en inglés)
Has leído el último número de la edición veraniega. El siguiente llegará con la estructura habitual en unas semanas. Espero que sigas recibiendo Fleet Street con todo el cariño que le pongo a cada número.
Si te ha gustado lo que has leído, dale al corazoncito, mándame un mensaje o déjame un comentario. Si te apetece, escribe tu correo para recibir el próximo número.
Las ganas de estas dos semanas resumidas en una portada.
¡Nos leemos (alargando todo lo posible la sensación veraniega)! 💌
Mar
Me has dado muchas ganas de leer a Nora. Se va directa a mi lista de pendientes 😊