Hot Takes #03: Naced ricos, por favor
Esta es la tercera entrega de Hot Takes, el nuevo formato de Fleet Street para este junio caluroso (como las opiniones de los participantes).
Buenas, periodista*!!!!!
Hace unos días estuve en la fiesta de Libros del K.O. en Madrid. Compré unos billetes de tren exclusivamente para encerrarme en una sala con periodistas, esperar a que sonara Bad Gyal y mirar con los ojos entrecerrados a la gente de mi alrededor pensando: ¿Es esta persona quien creo que es? Existen saltos casi cuánticos entre los perfiles de Twitter y las personas físicas. Fue también en ese lugar donde algunos de los lectores de Fleet Street me comentaron que les estaba gustando Hot Takes, así que larga vida a este junio diferente.
Os dejo con la tercera columna de la temporada. Para quien vea Los Bridgerton, ¿no se siente este formato como una Lady Whistledown periodística? Indeed.
*Puede que no seas periodista como tal, pero eres igualmente superbién recibido/a <3.
Naced ricos, por favor
Hola, queridas y queridos lectores de Fleet Street:
Me gustaría comenzar esta carta agradeciendo a Mar la oportunidad de dirigirme a vosotros, compañeros, con total cobardía y anonimato, algo que por desgracia no siempre es posible en nuestra profesión. También quiero empezar citando a Sócrates, porque como dijo el gran sabio, “nunca le preguntes a una mujer por su edad, a un hombre por su sueldo, ni a un periodista en activo si fue a una universidad del Opus dei, si sus padres tienen entrada propia en la Wikipedia o si le salió muy caro el máster del medio donde trabaja”.
Quizá esta cita no la hayáis escuchado nunca, pero cuando doy charlas resuena mucho entre las chicas y los chicos estudiantes de periodismo. Me preocupa su futuro, tanto que suelo hacerles después una recomendación de las que son verdaderamente útiles en el oficio, pero útil en serio, no como lo de las comas entre sujeto y predicado o lo de construirse una marca personal: les animo mucho, pero mucho, a haber nacido con dinero. Siempre hay alguien que se queja por nosequé del espacio-tiempo, pero el resto lo entiende muy bien, de hecho resulta que en ciertas universidades la mayoría ya ha seguido mi consejo desde pequeñitos, lo cual me complace enormemente.
La juventud refunfuña un poco cuando explico mi teoría, sobre todo porque nadie se considera rico. Esa es una cosa de la que se ha hablado mucho pero que es muy bonita de ver en la práctica. Cuando alguno me responde "yo no tengo dinero, quienes tienen dinero son mis padres" pienso, bien, aquí hay un profesional con futuro. En ese momento de la charla me gusta hacer a los jóvenes preguntas concretas, porque es importante asegurarse de que uno sabe que es rico y, por tanto, puede dedicarse con tranquilidad a una profesión tan malpagada.
¿Fuiste a un colegio Montessori? Rico de izquierdas. ¿Te pagan un piso dentro de la M-30 sine die? ¿Ese piso pertenece a tus padres o algún familiar en la capital? Rico de provincias. Si la cagas, ¿te tienes que volver a casapadres en un Alsa con el rabo entre las piernas a trabajar en la zapatería de un centro comercial? Pobre de provincias. ¿Alguno de tus padres, o ambos, son licenciados? Rico al menos en capital cultural. ¿Tardas una hora en llegar a clase en transporte público? Pobre de extrarradio. ¿Tu abuela fue a la universidad, lo cual demuestra en tu opinión que las mujeres siempre han tenido oportunidades? Rico en serio riesgo de dilapidar la fortuna familiar por idiota y, además, fascista. ¿Te consiguió las primeras prácticas o el primer empleo alguien de tu red de origen? Rico a secas, los pobres no tienen "amigos de la familia" ni "contactos". ¿Has venido a Madrid a estudiar porque siempre te gustó más que Miami o París? Muy rico o muy rico latino. ¿Hijo, nieto de periodistas? Billonario en capital cultural y, probablemente, rico.
La verdad es que me estoy ablandando con la edad. Antes de que la clase obrera fuera convertida en un chiste también incluía en la lista a las personas que habían viajado en avión fuera de España antes de los 16 o tenían libros en casa que no eran de Círculo de Lectores. Pero la sociedad avanza, y gracias a Ryanair y Shein estamos mucho más confundidos.
Las ventajas del dinero no terminan al acabar los estudios, digan lo que digan. Después es posible, por ejemplo, pagarse uno de esos máster que organizan los medios y que se alargan durante años entre teoría y práctica, años durante los que hay que mantenerse. La cosa va de comprar la posibilidad de trabajar en un medio de comunicación que cree que es una buena idea permitir trabajar en él justo a las personas que están deseosas de pagar por trabajar en él. A mí me parece un win-win. Pero existen muchas más ventajas. El dinero, por ejemplo, ataja el camino a la Verdadera Vocación. Ser freelance, corresponsal de guerra o dedicarte al Verdadero Periodismo a 80 euros la pieza es un maratón que no todo el mundo puede permitirse aguantar, y nunca vienen mal unos ahorrillos familiares para ser capaz de esperar años cobrando el mínimo, o incluso sin cobrar, a que alguien deje sitio o el resto se canse. Todo esto es, desde luego, buenísimo para seguir manteniendo el interés de los lectores, que están encantados de que su prensa sea un reflejo de la realidad.
Hay otro instante decisivo para ser rico al que llamo El Momento De La Verdad. Durante los primeros años de la juventud tiene mucha gracia performar todos juntos la precariedad en bares y pisos y karaokes sucios y en becas y trabajos de mala muerte, pero cuando llega el momento de comprar el piso y tener churumbeles, poca broma con el juego de las sillas de los trabajos artísticos y creativos. Tan importante es tener billetes escondidos como saber cuándo sacarlos. Pongamos que vives en Barcelona: vas haciéndote el pobre, pero siempre llega el momento de comprarte tu pobre principal o tu pobre masía. Un buen código postal ayuda mucho a no dejar el oficio y esto, compañeros, va de resistir para poder dar lecciones -como esta que estáis leyendo- sobre el Verdadero Periodismo, que es el que no mira el tráfico de los artículos digitales ni lo que queda en la cuenta a fin de mes.
No querría acabar esta carta sin dejar que entre algo de la luz que embellece este atardecer tardocapitalista. En estos momentos, ni siquiera apellidarte como otra persona que se dedica exactamente a lo mismo que tú, porque por casualidad resulta que comes con ella todos los domingos, garantiza que heredarás su trabajo. Puestos reputados y bien pagados quedan cada vez menos en nuestra industria, y el flujo de personas privilegiadas y capaces que los desean es infinito. Entre ricos también hay mucha competencia, lo cual redunda en la calidad del sangriento espectáculo de gladiadores que son las redacciones. Otra cosa buena que está pasando es que el oficio resulta cada vez menos prestigioso, con lo cual aquellos atraídos por el salario reputacional y por soltar sus buenas chapas sobre Kapuściński en las cenas acabarán buscando ocupaciones mejor vistas, como enterrar residuos nucleares en parques naturales.
Es justo -y también un poco inconsistente, lo sé- reconocer que también hay muchos ricos muy listos que trabajan un montón y saben poner comas y son conscientes de sus ventajas y han aprovechado las oportunidades de la vida para no ser imbéciles, faltaría más, esos son mis amigos, a quienes defenderé hasta el fin porque hemos pasado muchas horas juntos currando y alternando en lugares a donde nunca llegó el alcantarillado ni la penicilina, y además la aculturación y el desclasamiento no se hacen solos, hay que hacerlos.
En cuanto a los pobres, siempre hay esperanza para unos cuantos. Miradme a mí, que he llegado al éxito profesional sin rastro alguno de resentimiento de clase o agotamiento vital y aquí estoy, escribiendo una newsletter anónima para ver si el oficio empieza a enterarse de la diferencia entre patrimonio y sueldo, el concepto de capital cultural y las propiedades ansiolíticas de saber que la tita tiene 90 años ya, un piso en O'Donnell y una tos muy rara.
Así que compañeros, hacedme caso cuando os digo que la meritocracia en el periodismo existe. Tiene muchísimo mérito saber nacer bien. Naced ricos, por favor.
Hasta la próxima,
Ripley
Acabas de leer la tercera edición de Hot Takes, el nuevo formato de Fleet Street para junio. Cinco domingos, cinco opiniones sobre periodismo firmadas bajo seudónimo por periodistas invitados.
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Acompáñame en este junio caluroso a mí y a los y las periodistas que escriben en Hot Takes.
¡Nos leemos! 💌
Mar
A mi me ha recordado un poco a Bebé reno.
El mero hecho de comer mierda no ayuda demasiado ni a tu salud mental, ni a tu reputación ni a tu cuenta bancaria, aunque, a veces, incluso los astros son lo suficientemente cabezotas como para alinearse y que pasen cosas positivas.
Pero, sí, nacer pobre te asegura comer mucha mierda.
Totalmente cierto en México. Es una tesis que he defendido hasta el hastío y que me ha valido serios encontronazos con colegas. Pero es la realidad, en un país donde ser periodista es casi una sentencia de muerte si lo ejerces en la peligrosa periferia, y donde para ser medianamente importante tienes que vivir en una de las ciudades más caras del país, tener un capital que te sostenga mientras te toca la obligatoria "novatada" con sueldos de miseria te ayudará a resistir los años suficientes para posicionarte.
Si no tienes nada de eso, es muy probable que abandones la profesión a la primera oportunidad de un salario que te dé para vivir mejor.