María Ramírez: "Hemos pasado de un periodismo más calmado a uno al borde de un ataque de nervios"
🗞 La subdirectora de elDiario.es y periodista durante más de 20 años habla de su nuevo libro, la nostalgia periodística, la cobertura de las elecciones del 2016 y el valor del verbo "decir".
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Ocho columnistas del New York Times entonan el mea culpa. El resultado: columnas donde reflexionan sobre las predicciones incorrectas que una vez hicieron.
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🗞 María Ramírez: “Hemos pasado de un periodismo más calmado a uno al borde de un ataque de nervios”
María Ramírez lleva el periodismo en el ADN. Subdirectora de elDiario.es, fundó El Español y ha trabajado en El Mundo, Corriere della Sera y Univisión. Es autora del libro ‘El periódico. 25 años de auge y catarsis del periodismo en Internet’, un recopilatorio de vivencias que ilustra, de forma coral gracias a las entrevistas con otros periodistas, la evolución del periódico desde la década de los 90 hasta la actualidad.
El libro arranca con una anécdota muy tierna y representativa: el peregrinaje de quiosco en quiosco que, cuando era pequeña, hacía con su padre, Pedro J. Ramírez, para ver cuántos ejemplares se habían vendido del ya extinto medio impreso Diario 16.
No puedo dejar de recomendar esta lectura, tanto para los periodistas que vivieron esa época como aquellos que estamos más familiarizados con el periódico digital. Es un viaje periodístico, el de María, pero también el de muchos otros que encontrarán verdad en sus palabras.
En esta entrevista, la periodista habla de su nuevo libro, la nostalgia y pasión por el periodismo, su cobertura de las elecciones del 2016 y el valor del verbo "decir".
¿Cuál ha sido tu experiencia escribiendo ‘El periódico’ y cómo surgió la idea de hacerlo?
La idea surge un poco antes de la pandemia. En ese momento, tenía una idea más distante del libro, pero durante la pandemia, entre tanta soledad y tiempo para estar en casa mirando papeles, el libro se convirtió en algo más personal. El hilo conductor son algunos momentos clave de cosas que he vivido o a las que he tenido acceso a través de entrevistas y que considero representativas del cambio de la prensa en España y en Estados Unidos en estos 25 años.
Empecé inspirada por dos libros de periodismo estadounidenses: uno clásico, que se llama The Powers That Be, y cuenta la historia de varios medios hasta los años 70. El otro, Merchants of Truth, la versión actualizada de Jill Abramson, la exdirectora del New York Times, que retomando esa idea hizo lo mismo con varios medios tradicionales y digitales. Fue esa mezcla de los libros que había leído y mi experiencia lo que me dio ganas de mirar hacia atrás.
Personalmente, leer este libro me ha ayudado mucho. Por la edad que tengo, hay muchas cosas que no sabía que habían ocurrido. Toda esa lucha en Internet de El País y El Mundo, el hecho de leer el nombre de periodistas que comenzaron en un medio y ahora están en otro…
Sí, me ha pasado con más colegas, algunos por jóvenes y otros por trabajar en otros medios y no estar tan pendientes. Además, hace 20-25 años no estábamos tan conectados porque uno de los elementos que faltaba era Internet y las redes. Por otra parte, mucho de lo que pasó en los orígenes explica cosas características de España y otros lugares. No eran puras anécdotas, creo que marcaron mucho lo que pasó después.
¿Cómo viviste el cambio de tus inicios, dictando la crónica a través del teléfono en el apagón del 2003 en la Costa Este, hasta ahora, donde los contenidos se replican en el papel y el digital y hay medios que no cuentan con versión impresa?
Como todo el mundo, con tensión. Cuando quedó claro que Internet era algo central en el negocio de los medios, pero a la vez los medios no sabían bien cómo sacarle dinero o cómo acompasarlo a los ritmos de la redacción, los reporteros estábamos un poco en el medio y sufríamos las consecuencias.
Creo que al principio fue una gran oportunidad en las redacciones, pero cuando esa transformación coincidió con la parte de crisis económica lo vivimos con dificultades. Se perdieron muchos puestos de trabajo y en algunos sitios ni siquiera se han recuperado ahora. En perspectiva, todo tiene más sentido y las piezas “encajan” mejor, pero en aquellos años hubo momentos difíciles de no saber a dónde iba lo que estábamos haciendo.
¿Crees que esa tensión se está viviendo ahora?
Ahora lo tenemos todos más claro. Por una parte, las empresas periodísticas en general tienen modelos de negocio más claros. Saben qué cosas ya no funcionan en Internet y hay menos obsesión por el clic; no solo por no hacer información que no es del todo buena, sino porque, como se ha visto tras años de experiencia, es muy poco lucrativo. En cambio, tiene más premio, también económico, tener más cuidado con la información y depender más de los lectores en forma de suscriptores o cómo lo quieras llamar.
En las redacciones ya no tenemos la esquizofrenia que teníamos antes de tener que hacer varias versiones según el formato. Obviamente, todavía queda algo, pero si pienso en cómo era hace 10 años, creo que hemos avanzado para bien. Los lectores, igual que los oyentes, se adaptan a lo que mejor les conviene en cada momento y es lo que tenemos que intentar hacer los periodistas.
¿Podrías definir con una frase cómo fue el periodismo en el que tú comenzaste, antes de los 2000, y el de ahora?
La diferencia se basa en la velocidad. Hemos pasado de un periodismo más calmado y lento a uno al borde de un ataque de nervios. Vamos muy acelerados y creo que la gran diferencia para todos, tanto para las redacciones como para los lectores, es la velocidad y el ritmo de producción y consumo de la información.
¿Cómo viviste el hecho de que se dejara de “parar las máquinas” cuando se debía incorporar o actualizar información? ¿Sientes nostalgia por ese periodismo?
A los que comenzamos en esos años todavía más tradicionales, algo de nostalgia nos queda. Yo es que soy así, un poco romántica. A veces digo: “No sé si echo de menos estar en una redacción más calmada o ser más joven”. Considero que está bien haber vivido esos años, porque también aprecias otras cosas del reporterismo más básico del que yo me enamoré en el inicio de mi carrera, pero a la vez no hay vuelta atrás y tampoco creo que haya que idealizar en exceso el pasado.
Ahora hay cosas mucho mejores respecto a antes y es más fácil acceder a más fuentes de información, hay más controles de calidad continuos y tenemos acceso a una audiencia mucho mayor. Aunque es muy fácil mirar atrás y ver solo la parte buena, tampoco era tan buena, como tampoco hoy en día hay tantos errores. Si lo miras con un poco de perspectiva, los cambios han sido para bien.
Cuentas en el libro que, cuando estudiabas en Columbia con una beca Fulbright, el aprendizaje se basaba en los principios más básicos del periodismo, que eran saber escribir bien y hablar con las fuentes. ¿Cuál es tu opinión respecto a lo que se aprende ahora?
En España en general, cuando yo era estudiante y antes de irme a Estados Unidos, se insistía demasiado en la teoría y poco en la práctica. Es un debate que hay continuamente y también lo había en la misma universidad de Columbia.
La tarea más básica nunca se debería olvidar y entiendo que ahora las facultades tienen muchos retos, porque tienen que enseñar muchas habilidades que están en constante cambio: hay que aprender a hacer un podcast o vídeo y a montar una web. Lo que me gustaría es que no perdieran de vista lo más básico, que es la tarea del reportero. Curiosamente, en el español de España ni siquiera es una palabra que se utilice mucho, a diferencia del reporting en inglés y el reportear en América Latina. Es significativo de que, a lo mejor, deberíamos poner más énfasis en esa parte, que al final es la que nunca va a cambiar.
Los podcasts y la tecnología que venga después cambiará, pero lo que siempre permanecerá es la importancia de hablar con las personas, ser cuidadoso, comprobar los hechos y evitar los adjetivos y las opiniones en los aspectos informativos.
¿Cuál dirías que ha sido la experiencia periodística que más te ha marcado?
Pensando en noticias, la cobertura que más me ha marcado y hecho reflexionar sobre lo que nos está pasando ahora fue la de las elecciones de Trump y Clinton de 2016 que cubrí para Univisión. Fue muy distinta a la del resto de elecciones americanas que había cubierto antes. Vimos la peor parte de Internet, con la explosión misma de Trump –que tiene mucho que ver con Twitter–, pero también con todo el discurso de odio contra los hispanos, las mujeres y la prensa. Es algo que cuento en el libro y vivimos muy intensamente. Eso me hizo pensar y querer parar un poco, porque esa experiencia fue casi traumática para muchos periodistas que lo vivimos.
¿Y algún otro momento?
Si pienso más en una experiencia periodística, sería la fundación de El Español. Construir un medio desde 0, con tanta ilusión y aspiraciones, y haciendo prácticamente de todo, tanto de la parte empresarial como tecnológica me hizo aprender mucho. Fuimos sobre todo los periodistas quienes nos pusimos manos a la obra. Antes no estábamos tan involucrados en montar un medio. Era algo que ya estaba hecho, trabajas en él, pero sin preocuparte de nada más.
Con la cobertura de las elecciones del 2016, quisiste parar. ¿En qué sentido? ¿Tuviste la oportunidad de hacerlo?
Sí, estuve en Estados Unidos en la campaña y en el primer año de la presidencia de Trump. Fue el agotamiento físico y mental lo que me animó a pedir la beca Nieman, en la universidad de Harvard, que tuve la suerte de conseguir en el curso 2017-2018. Creo que muchos llegamos a esa beca refugiados de la cobertura de esa campaña. Veíamos las cifras de confianza en los medios a la baja. La gente se creía bulos y mentiras completamente fuera de la realidad en lugar de lo que ponía el medio que había comprobado con sumo cuidado cada dato.
Fue un momento de tristeza, siendo una época en la que los medios todavía luchaban por descifrar cuál era su modelo de negocio. En Estados Unidos, aún miraban a medios como BuzzFeed y el Huffington Post preguntándose si era lo que debían hacer o seguir con una cobertura más dura.
¿Cómo ha evolucionado tu pasión por el periodismo a lo largo del tiempo?
La esencia no ha cambiado y lo veo con cada noticia. Al final, todos tenemos mucha carga de cansancio, de muchos años, pero a mí me sigue emocionando la última hora. Sigo sintiendo la adrenalina que me daba cuando era más joven y, aunque ahora hago otras cosas, siento la misma pasión por el oficio más básico del reporteo. En elDiario.es lo hago menos porque tengo más responsabilidades de gestión, de edición, muchas reuniones, pero disfruto mucho cuando tengo la oportunidad de hacer algo como entrevistas o ir a reportear, ese verbo que en España no se usa tanto.
Como el “decir” que mencionas en el libro: no ponemos “decir”, pero sí “afirmar, apuntar, declarar…”
Todos los días me paso cambiándoles a mis reporteros sus “aseguró”. De hecho, antes de que sonara el teléfono estaba cambiando un “señaló” en un texto. ¡No hace falta poner tantos sinónimos! Es una obsesión personal. En inglés son mucho más sobrios con las palabras, no les importa repetir. En España, somos distintos. Creo que ese consejo es bueno, independientemente del idioma, porque buscar palabras más elaboradas no tiene sentido para una palabra comodín, sin importancia. Lo que importa es la frase que dice la persona.
Tu nombre en Twitter es @mariaramirezNY. ¿Cuán importante ha sido Nueva York en tu carrera?
A mí Estados Unidos me cambió la vida personal y periodística. Allí estudié, he trabajado gran parte de mi carrera y es un país apasionante y reconfortante para ser reportero, porque todo el mundo es muy extrovertido y es muy fácil el trabajo diario y hacer entrevistas. También tiene muchas partes malas, sin duda, pero a la vez es un lugar muy inspirador donde el optimismo es una seña de identidad. Hay una energía que te lleva a tener más ideas, con gente que quiere siempre hacer cosas, que se emociona con muchos proyectos. Tiene los mejores medios del mundo. Al menos, del mundo que yo conozco, que es Europa, Estados Unidos y América Latina.
¿Qué medios consideras que son los mejores?
Hablo mucho de cómo de sorprendente es la transformación de los grandes medios tradicionales, que siempre han sido muy buenos en sus artículos y en su capacidad de reporteo: el New York Times, el Washington Post y el Wall Street Journal. Quizás lo llamativo de los últimos años es cómo han sabido mantener el núcleo de lo que hacen mejor: el periodismo más duro, de investigación, de denuncia, y, a la vez, haberse adaptado a Internet y al móvil, al nuevo lenguaje de contar las cosas de manera muy visual y más fresca, con historias de contenido ligero que se toman muy en serio.
También hay ejemplos de periódicos más pequeños que son más innovadores, como el Texas Tribune, que nació como medio digital un poco alternativo a los medios tradicionales y que ha sido muy exitoso. Está muy especializado en investigaciones concretas, no cubren todo, pero tiene un modelo sostenido por filántropos y por un festival muy bueno que hacen.
Sigo fiel al The New Yorker. Están haciendo cosas muy originales en la web. De hecho, la web casi me parece una traición. En este caso, sigo prefiriendo los artículos en papel de un montón de páginas donde siempre aprendes.
¿Sigues soñando con escribir en The New Yorker?
De vez en cuando sí, ahora me parece más lejano. Es como uno de estos sueños que he tenido siempre. Una vez mandé un artículo, me contestaron que no, pero me contestaron. ¡Me pareció un logro obtener respuesta!
¿Tienes alguna predicción sobre cómo avanzará el periodismo? ¿Qué te gustaría ver? ¿Qué crees que se debería dejar atrás?
Todo ha cambiado tan deprisa en los últimos años. También nos hemos equivocado muchas veces haciendo apuestas por formatos o por tipos de organización en la redacción que luego no han funcionado, porque realmente es complicado saber qué va a pasar.
Lo que creo que sucederá, y me gustaría ver, es que los periódicos nos adaptaremos mejor a las pantallas o a lo que quiera que venga. En muchos sentidos, creo que seguimos replicando las estructuras del papel tanto en los titulares como en la manera de organizar el trabajo por secciones. Probablemente, los que sois más jóvenes nos vais a ayudar a romper esas costuras heredadas de un proceso industrial casi inexistente que tenía que ver con lo que cabía en ese papel y cómo se ordenaba una página detrás de otra. Ya se han visto cambios, pero creo que en los próximos años veremos medios mucho más innovadores en ese sentido.
A veces, nuestras estructuras periodísticas organizativas no tienen nada que ver con lo que necesita un lector o un oyente, que probablemente lo que quiere es aprender algo de lo que no sabe nada o entender cómo le afecta la noticia del día, y no necesariamente un sitio donde rellenar casillas, hacer X número de artículos por sección o guardarnos una parte del contenido para después. Creo que estas cosas, que vienen heredadas, irán poco a poco desapareciendo o cambiando para mejor, para informar de una manera más natural.
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El lunes pasado el periodista Demo Peláez me invitó a curiosear la redacción de El Español de Málaga, muy cerquita de la plaza de la Constitución. Conocí a un equipo entusiasta, joven y al quite de producir contenido diferencial como estos dos temas que tienen mis dieses. Se están haciendo un hueco y desde aquí les deseo todo lo mejor y poder seguir viéndolo en mis próximas vacaciones.
Gracias por llegar hasta aquí. Si te ha gustado lo que has leído, quieres charlar o invitarme a tu redacción (jeje), puedes escribirme por Twitter o contestar a este correo. Comentar sabores de helado también vale.
Espero que este verano puedas tener un momento de desconexión como el de esta portada.
¡Nos leemos (comiendo espetos)! 💌
Mar
Extraordinaria entrevista; me llamó tanto la atención que bajé el libro en el Kindle. Soy periodista de negocios y vivo en la Ciudad de México. No tengo una redacción propiamente, pero algún día me gustaría charlar contigo. ¿Sabores de helados? El mejor del mundo es el de Taro.