Una tónica con lima con Charo Marcos
🧢 La editora de la newsletter Kloshletter habla sobre cómo vivir de su boletín, un señor muy simpático que le contesta todas las mañanas y escribir pensando en mujeres como ella.
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📩 Charo Marcos: “Invertí mis ahorros en este proyecto y ahora ya veo la luz”
Hace unas semanas tuve la oportunidad de hablar con Charo Marcos, editora de la newsletter de actualidad Kloshletter, a través de Google Meets. Fue un rato muy entretenido donde charlamos sobre su boletín diario, un señor muy simpático que le contesta todas las mañanas y cómo se puede vivir de una newsletter, al menos, en España.
Aquí te dejo con la entrevista condensada. Ojalá la disfrutes.
¿Cómo se te ocurrió la idea de empezar con Kloshletter?
Kloshletter nació hace ya más de cuatro años, en abril de 2017. La idea surgió de mi propia experiencia. Yo llevaba toda la vida trabajando en medios de comunicación [La Razón, Antena 3, El Mundo, RTVE], donde tenía que estar informada para contar las cosas. Por un cambio en la vida, por ese entonces, trabajaba en una agencia de comunicación, Prodigioso Volcán, y me di cuenta de una cosa un poco obvia: estar bien informado es difícil y más ahora que los medios bombardeamos a los lectores por tierra, mar y aire.
Primero, empecé a ver que yo misma comenzaba a tirar mucho de las newsletters a las que estaba suscrita, que eran medios americanos sobre todo. Aquello me llevó a investigar y a descubrir que no solo estaban desarrollando una estrategia brutal centrada en las newsletters, sino que había newsletters que eran solo newsletters. Es decir, había newsletters que no se dedicaban a curar contenidos de su medio madre, sino que eran el medio en sí mismo.
Me encantó la idea. Me pregunté muchas veces por qué nadie lo había hecho en España todavía y me decía: “Será porque es una idea malísima”. Y, entonces, me lancé a la aventura.
En España vamos un poco a remolque de lo que vemos con el resto de medios, sobre todo estadounidenses.
Siempre. Ahora mismo vivimos un boom de newsletters aquí que es maravilloso, pero yo muchas veces me he sentido sola y, sobre todo, un poco incomprendida, porque creo que la gente decía: “¿Qué hace esta tía ahora con el correo electrónico?”
Sin embargo, está clarísimo que es un medio que funciona muy bien y ahora los medios españoles se han puesto las pilas y están todos lanzando estrategias de newsletter como locos.
Cuando empezaste con Kloshletter seguías en Prodigioso Volcán. ¿Cuánto tiempo estuviste combinando las dos cosas?
Pues más de un año.
¿Y eso no era agotador?
Fue durísimo. Hubo un momento que Kloshletter pegó un petardazo de suscriptores y dije: “Esto lo chapo o lo echo para adelante”. La cuestión fue: ¿Apuesto por mi negocio y trato de sacarlo adelante o lo cierro porque estar así no merece la pena?
Al ser una newsletter diaria, el ritmo es muy heavy. Por eso, tomé la decisión de irme.
¿Me puedes contar cronológicamente ese peak, ese boom de suscriptores donde decidiste seguir con la newsletter?
Yo empecé Kloshletter con un grupo de amigos que me hizo de consejo de sabios. Les enviaba la newsletter y me daban feedback. Me ayudaron a construir lo que Kloshletter es hoy en día. Para mí, lo más difícil de afinar fue el tono que iba a utilizar la newsletter y de qué forma iba a dirigirme a los lectores.
A partir de ahí, empecé a autorizar que lo compartiéramos. Kloshletter fue creciendo y, un tiempo después, cuando yo tenía 2.000 suscriptores, hice un acuerdo con una newsletter que se llama City Confidential. Ellas me prescribieron y, a raíz de eso, Kloshletter creció. Se duplicó la base de datos de un día para otro. Ahí fue cuando yo me planteé que no podía seguir compatibilizando más tiempo y que Kloshletter estaba adquiriendo unas dimensiones que me exigían hacerlo a tiempo completo para no meter la pata.
Porque si meto la pata con 100 amigos, ya pediré perdón, pero si lo hago con 5.000 personas, la cosa cambiaba bastante.
En ese momento, ¿ya monetizabas la newsletter?
No, la newsletter en realidad monetiza desde hace un año aproximadamente. Es gracias al podcast AM, que nació en octubre de 2020 y es el primer podcast original que Spotify produce en España. Además, hice un acuerdo con Vocento y tenemos un spin-off de fin de semana de Kloshletter, que se llama FDS. Desde entonces, Kloshletter monetiza.
Cuando la puse en el mercado, no sabía muy bien cuál era el punto en el que los anunciantes iban a considerar Kloshletter como una plataforma donde anunciarse. Digamos que un negocio tan novedoso como este no tenía muchas referencias.
¿Y antes de eso? ¿De qué forma monetizabas?
No monetizaba. Al final, cuando tú inviertes en un negocio tu inversión, en ese caso, es tu tiempo. Es verdad que los costes de lanzamiento son asumibles y que, en el fondo, esto iba de tratar de aguantar el tirón hasta lograr un punto en el que Kloshletter pudiera monetizar. Invertí mis ahorros en este proyecto y ahora ya veo la luz.
¿Cómo llegan todos los patrocinios? ¿Es por el boca oreja de la gente?
Así es. El boca oreja ha sido siempre mi palanca de crecimiento.
Eso hace que el crecimiento sea lento, pero superorgánico y muy estable, porque el crecimiento de esa manera permite que las tasas de apertura se mantengan altísimas. El público es muy fiel y merece la pena.
Me he dado cuenta de que durante este tiempo he desarrollado una paciencia infinita, como de hormiguita, de ir juntando piedrecita con piedrecita para hacer el camino, y eso me trae hasta aquí.
Hablando de cifras, ahora que las mencionas, si puedes darme algún pequeño apunte…
Kloshletter tiene 25.000 suscriptores y la tasa de apertura es del 56%.
¡Es muy alta!
Sí. Para mí siempre ha sido el indicador que me hacía levantarme todas las mañanas a las 4:45. Decía: “Venga, ahí está tu masa de suscriptores que te lee todos los días”, y tienes que hacer el esfuerzo porque la gente está enganchadísima al producto. Para mí eso era muy importante.
Ahora mismo, Kloshletter se presenta en formato newsletter y podcast. ¿Se espera algún otro formato más?
Hay muchos proyectos para Kloshletter. A mí me gusta pensar en temporadas, como la televisión. Empiezo en septiembre, hago parón en diciembre, que me sirve a veces para recalcular, y termino en julio.
Ahora estoy cerrando algunas cosas para la temporada que viene. No dependen de mí, pero que me gustaría que salieran. Pero eso me lo tengo que callar y que los suscriptores se enteren los primeros y por mí.
El hecho de tener que mirar tantos medios, porque consultas más de 30, ¿no te hace estar todo el rato enganchada para no perderte nada?
¡No! Esto es una cuestión de oficio. Yo llevo haciendo esto veintitantos años. Entonces, no tengo la ansiedad de la última hora. A ver, si me levanto por la mañana y tengo un mensaje que me dice: “Pedro Sánchez va a cambiar a todo el gobierno a lo largo de la mañana”, pues estoy todo el día pegada al móvil.
Pero porque no sé hacer otra cosa que no sea información y periodismo. En realidad, como me gusta tanto, si lo piensas, me gano la vida leyendo los periódicos. Eso que hace la gente tomándose un café en un bar por las mañanas –o hacía– es lo que hago yo.
Me siento tremendamente afortunada por haber encontrado la forma de engañar a todo el mundo para hacer lo que yo quiero y que encima me paguen por eso.
¿Tienes las pautas de descanso muy marcadas?
Claro. Hay que hacer un poco de vaciado mental. Además, creo que esa distancia que hay que poner con la información a los periodistas nos ayuda a estar más cerca de los lectores que de otros periodistas. Nuestro trabajo es contarle cosas a la gente que está en su casa el domingo comiéndose una paella con su familia y luego se va al cine.
Yo me acuerdo que, cuando comencé a pergeñar todo esto, hablaba con mucha gente y yo pensaba: “Estas chicas están en sus trabajos, van al gimnasio al mediodía, luego vuelven al trabajo, van a sus casas, tienen a sus hijos, se sientan a cenar, se meten en la cama a las 11 de la noche a leer a María Dueñas y no han visto la información para nada”. Ahí es donde entro yo.
¿Por qué pensabas en una mujer?
Porque, en el fondo, creía que me iba a ser más fácil contar las cosas a una persona como yo que a una totalmente distinta a mí. Mujeres como yo en el mundo hay muchas. Pensé que tal vez era una buena forma de empezar.
Escribir algo que a ti te gustaría leer, ¿no?
Bueno, escribir para gente como yo o para gente de mi edad que tuviera mis inquietudes. Gente curiosa que quiere saber lo que pasa en el mundo todo el rato.
Siempre recuerdo una cena con unos conocidos. Estábamos en plena campaña electoral de Trump y ella dijo: “Yo lo que quiero es que alguien me diga: Mira, léete esto, y me entero y ya está”. Yo le contesté: “Pues eso es lo que voy a hacer yo enviando un correo todas las mañanas para contarte cómo están las cosas”. Muchas veces me acuerdo de ella y pienso: ¿Qué será de ella, seguirá suscrita?
¿Está relacionado el nombre que escogiste, Kloshletter, con el hecho de escribir imaginando a una mujer como tú?
En realidad, elegí el nombre porque no se me ocurría otro. A mí me chiflan los sombreros. Un día, leyendo un libro sobre la historia del sombrero, descubrí este Cloche, que se lee Klosh, y su historia. No llegó a ser como la minifalda de Mary Quant en los 60, pero sí que fue un símbolo de esa mujer de los años 30, que toma las riendas del mundo porque han muerto muchísimos hombres en la Primera Guerra Mundial, ha tenido que ponerse al frente de las fábricas, es independiente y encima se ha colocado ese sombrero y se ha cortado el pelo.
Me parecía una historia muy bonita para contar que Kloshletter tiene esa actitud de un medio que quiere colocar a la mujer en su sitio en el mundo o ayudarla, por lo menos, con su trabajo o con el servicio que presta.
¿El hecho de que sea un boletín informativo hace que también se limite el alcance según la edad? No es tan fácil llegar a un público más mayor o joven.
Creo que estamos muy equivocados con la gente mayor. Es verdad que hay una parte de la población más adulta que no está digitalizada, pero eso cada vez es más residual.
Hay un señor maravilloso que me escribe todas las mañanas para darme las gracias. Todos los días. Estuvo una temporada, alrededor de mayo, que no me escribía, y yo decía: “Uf, qué raro, ¿le habrá pasado algo?” De repente, volvió, y le respondí: “Cuánto me alegro de que vuelvas a saludarme por las mañanas, porque estaba muy preocupada por ti”. Y él me contestó: “Mis nietas, que son universitarias, han estado de exámenes”. Y el abuelo, de taxista con las niñas.
Quiero decir, es un señor, de cuántos… ¿70 años? ¿Más? Yo siempre lo digo, las tabletas han ayudado a la digitalización de la gente mayor. Para cualquier cosa que hagas, necesitas una cuenta de correo electrónico. Digamos, entonces, que esa barrera de la gente más mayor es un mito.
¿Cómo construiste el tono de la newsletter?
Cuando creé Kloshletter, lo hice a imagen y semejanza de un sitio llamado The Skimm, que supongo que conocerás. The Skimm creó un estilo único para contar la información, con un lenguaje propio.
Sí que es cierto que me pareció muy importante que yo encontrara la forma de entrar en el correo electrónico de un montón de gente a las 7 de la mañana todos los días. Tenía que crear una forma de hacerlo. Primero, por coherencia, segundo, por mi propia comodidad… ¡Es que la gente me lee en la cama!
Literalmente, te leo en la cama.
Hay días en los que la actualidad es un fastidio. Por eso, procuro que la apertura sea un poco más amable, contarte algo un poco más optimista y luego ya te cuento los muertos del coronavirus y la pandemia del infierno.
¿Te has planteado alguna vez hacer la newsletter de pago?
No quiero que Kloshletter sea un producto de pago, pero sí que es cierto que me planteo fórmulas que lleven asociado algún tipo de pago por el contenido o por contenido extra, nunca por la newsletter.
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🏄🏻♂️ El viernes 23 de julio una persona muy cercana a mí falleció a causa de la leucemia. Tenía 24 años. A Edu esta canción lo acompañó durante todo su proceso, y a mí me acompañará a partir de ahora y para siempre. Dice así: Amo la vida, amo la magia, yo quiero rayos de sol y muchos besos en la playa. Arriba en las estrellas, under the moonlight, ya que vinimos pa' vivir la life, vamo’ a vivir la life.
Si me permites el consejo, disfruta de la canción y ama mucho, mucho la vida. Por los que ya no pueden y porque, a veces, por muy inexplicable, frágil y dolorosa que pueda resultar, también puede llegar a ser un regalo –aunque cueste verlo–.
Deseo que esta portada de The New Yorker te transmita todo lo bueno que tiene el verano y te dé ganas de echarte corriendo a la piscina.
Por Edu, y por todos vuestros Edus.
¡Nos leemos (viviendo siempre la life)! 💌
Mar